martes, 16 de septiembre de 2014

George Adamski: el primer hombre que contactó con los extraterrestres.


Muy buenas noches una vez más. Rara vez en la vida nos hemos preguntando quien narices fue el primer ser humano que contactó con los extraterrestres, pues esta noche lo vamos a saber. 
Mi secretario Antonio Castillo y yo llevábamos un buen rato debatiendo sobre quien fue, y entre copita de vino y jamoncito llegamos a la conclusión de que fue un tal George Adamski. Esta es su historia.
El primer encuentro entre un ser humano y un extraterrestre se produjo en 1952 en el desierto de California. El elegido se llamaba George Adamski que trabajaba en las inmediaciones del observatorio astronómico del monte Palomar. Nacido en Polonia en 1891, había emigrado a EEUU de niño y dedicó los últimos años de su vida a difundir el mensaje de los visitantes de otros mundos por América, Europa y Oceanía. «Fue a las 12:30 horas del jueves 20 de noviembre de 1952 cuando establecí contacto en persona con un hombre de otro mundo. Había venido a la Tierra en una nave espacial, un platillo volante», explica Adamski en su libro Flying saucers have landed ("los platillos volantes han aterrizado", 1953). había ido al desierto con otras seis personas ansiosas todas de encontrarse con los extraterrestres. El grupo vio «una gigantesca nave plateada con forma de puro, sin alas ni apéndice de ningún tipo», se movía en silencio y, cuando salió de ella un disco volante, el elegido se separó de sus acompañantes con la esperanza de hablar con la tripulación de la pequeña nave e incluso hacer un viaje en ella. El platillo que aterrizó en el desierto estaba pilotado por Orthon, un venusiano rubio y de excelente facha que impresionó al hombre. «Me sentía con un niño en presencia de alguien poseedor de una gran sabiduría y mucho amor». Mediante gestos y telepatía, el visitante, que venía en son de paz, le informó de la creciente preocupación en el vecindario cósmico por la radiación producida por nuestras pruebas nucleares. Adamski quiso hacerle una foto; pero Orthon se negó, aunque le dejó fotografiar el disco volante. Por desgracia, a pesar de llevar encima dos cámaras de fotos y durar la conversación una hora, todas las pruebas de la histórica entrevista se reducen a imagen  borrosa en la cual, tras una colina, asoma una mancha: parte de la «pequeña nave de Venus».
Este encuentro fue sólo el primero de los que mantuvo Adamski con seres de otros planetas. Con el tiempo, el hombre hizo realidad sus sueños y viajó por el espacio a bordo de platillos volantes. En la cara oculta de la Luna, vio ríos y florecientes ciudades pobladas por paisanos de Orthon, además de por marcianos y saturninos. El Sistema Solar en pleno estaba preocupado por el futuro de la humanidad y, consciente de la transcendencia de su misión, Adamski se dedicó a partir de entonces a escribir libros sobre sus experiencias y viajar por el mundo dando conferencias y concediendo entrevistas. Hizo una gira por Nueva Zelanda, tuvo audiencia privada con la reina Juliana de Holanda y decía haber mantenido otra con Juan XXIII. Adamski murió de un ataque cardiaco en 1965. Desde entonces, las sondas automáticas han fotografiado al detalle la cara oculta de la Luna sin ver nada de lo dicho por el «contactado». Tampoco se han encontrado rastros de civilización alguna en Venus, Marte y Saturno, ni en ningún otro lugar del Sistema Solar.
El periodista Frank Edwars en su libro Platillos volantes, aquí y ahora (1967) dijo de Adamski que había que reconocerle el mérito de haber sido el primero en aprovecharse de los extraterrestres para escapar de una vida gris, en su caso, de un puesto de hamburguesas de la carretera del observatorio del monte Palomar. 
La entrevista con Juliana de Holanda sí se produjo (y le costó a la reina sus críticas), la de Juan XXIII es tan histórica como la de Orthon. Cuentan sus seguidores que la audiencia de Adamski con el Pontífice se celebró el 31 de mayo de 1963. Aquel día, el contactado visitaba el Vaticano con dos admiradoras cuando se separó de ellas para volver una hora después. Al regresar, les dijo que había estado con el papa y les enseñó como prueba una medalla con la efigie de Juan XXIII, como las que podían comprarse en los alrededores de la basílica de San Pedro. Las mujeres creyeron que un papa agonizante (murió tres días después) no tenía nada mejor que hacer que charlar con un vendedor de hamburguesas que decía viajar a otros planetas y a quien, además, el venusiano Orthon no había contado nada nuevo en 1952 en el desierto de California: un año antes, otro extraterrestre bien parecido, Klaatu, había descendido con su platillo volante en Washington en la película Ultimátum a la Tierra para convencer a las grandes potencias de que dejaran de hacer pruebas nucleares.

Amigos, menos mal que el vecindario cósmico se preocupa por nosotros, que haríamos sin ellos. 
Un fuerte abrazo a todos (los cósmicos)
@maspomada

Jesús González.2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario