domingo, 2 de agosto de 2015

Récord de supervivencia en un bote salvavidas.


El récord de supervivencia en un bote salvavidas se dio durante la Segunda Guerra Mundial. Su poseedor es un marinero chino llamado Poon Lim (1917-1991), integrante de la tripulación del mercante SS Ben Lomand, al ser hundido éste en aguas del Atlántico. 
El Ben Lomand cubría una larga ruta que iba de Port Said, en Egipto, a la Guyana Holandesa, haciendo escala en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. El 23 de noviembre de 1942, el submarino alemán U-172 lo avistó cuando navegaba a la altura de Brasil. Sin previo aviso, el mercante recibió el impacto de dos torpedos germanos. 
Poom Lim logró sobrevivir al hundimiento arrojándose al agua pertrechado de un chaleco salvavidas. Instantes después, las calderas estallaron, hundiéndose el buque con rapidez, sin dar tiempo a que la tripulación se pusiera a salvo. Lim se encontró flotando en el agua, rodeado de restos de barco. Al cabo de un par de horas, vio un  bote salvavidas que afortunadamente, se había desprendido del buque con las explosiones, y nadó hacia él, logrando subir. El era el único superviviente de los 47 marineros del Ben Lomand. En el bote encontró las provisiones necesarias para sobrevivir en caso de naufragio, como latas de galletas, chocolate, una gran bolsa de terrones de azúcar, así como un bidón de agua que contenía treinta litros de agua. El equipo se completaba con varias bengalas, dos botes de humo y una linterna.

En lugar de recurrir a las provisiones que tan generosamente la providencia había puesto en sus manos, optó por alimentarse del pescado que conseguía capturar gracias a un anzuelo improvisado con un alambre procedente de la linterna. Del mismo modo, ideó un sistema para recoger agua de lluvia.
Curiosamente, Lim no era buen nadador, por lo que decidió atarse a la barca con una cuerda que rodeaba a su tobillo, para no separarse de su nave en caso de que un golpe de mar lo arrojase fuera de ella.
Una fuerte tormenta vino a alterar drásticamente el método de supervivencia del náufrago chino. El oleaje le arrebató tanto el anzuelo como el agua que tenía almacenada. Así pues, Lim, desesperado, tuvo que recurrir a la captura de un pájaro para poder comer y calmar la sed bebiendo su sangre.

En dos ocasiones estuvo próximo a ser rescatado. En una de ellas, un carguero pasó lo suficientemente cerca como para verlo, pero paró a recogerlo. Otra vez, un escuadrón de aviones norteamericanos que sobrevolaba el área logró avistarlo; uno de los aviones lanzó una boya para señalar su posición. Pero desgraciadamente, una tormenta vino a irrumpir en las tareas de rescate, quedando de nuevo perdido en el océano.
Lim había comenzado a contar los días que llevaba en el mar haciendo nudos en una cuerda pero, al creer que el rescate se demoraría aún más, prefirió establecer un nuevo método de contabilización del tiempo, guiándose por la luna llena.
Finalmente, el 5 de abril de 1943, el náufrago avistó tierra. Era la costa de Brasil. Lim respiró tranquilo, porque sabía que no pasaría mucho tiempo hasta que algún barco lo encontrase. Así fue, un pesquero portugués que faenaba en esas costas lo encontró. En ese momento se hallaba a 1.100 km del lugar en el que se hundió su barco. Lim había estado en el mar 133 días.
El pesquero lo trasladó al puerto brasileño de Belem, a donde llegaron tras un viaje de tres días. Lim pasó dos semanas en un hospital recuperándose; aunque había perdido casi diez kilos, su salud no se había visto muy deteriorada, pues podía caminar sin ayuda. 
El cónsul británico en Belem le facilitó el regreso a Gran Bretaña. Un vez allí, en donde fue recibido con todos los honores, Poom Lim fue condecorado por el rey Jorge VI con la Medalla del Imperio Británico. El relato de su épica lucha contra los elementos fue incorporado a los manuales de la Royal Navy como ejemplo a seguir en casos similares. Por su parte, la Ben Line Shipping Company, propietaria del barco hundido, le regaló un reloj de oro. 
Pese al buen recibimiento que le hicieron las autoridades británicas, Lim decidió tras la contienda emigrar a los EEUU. Sin embargo, la cuota para ciudadanos chinos había quedado ya cubierta; fue el senador Warren Magnuson el que , en atención al héroe, logró que se le proporcionase una dispensa especial para que pudiese instalarse en su país y conseguir la ciudadanía norteamericana. 

Para la historia quedaría la proeza de la que Poon Lim fue su involuntario protagonista, pero también una frase que repetiría en todas sus entrevistas: «Espero que nunca nadie tenga que romper este récord».


Bien amigos, aquí desde nuestro cuartel general en Duke St, Londres, nos hemos propuesto batir este récord del chino este. Hemos trazado mi buen arrendador, sir Alfred y yo, un plan que no puede fallar.
Vamos a soltar a nuestro héroe mundialmente conocido, Antonio Castillo vestido de pirata en una pequeña embarcación en la isla de Hanga Roa, por la Isla de Pascua queda esto. La pequeña embarcación es una góndola comprada de quinta mano para la ocasión. El equipo técnico y táctico para la consecución del récord consiste en: 


  • 4 paquetes de galletas príncipe.
  • 4 cartones de tabaco
  • una navaja multiusos sin multi, más bien una navaja de usos.
  • un peine
  • champú.
  • 2 rollos de papel higiénico
  • 1 sudoku
  • dos latas de atún con tomate
  • una suscripción anual a la revista Quo
  • un bañador largo y otro tipo tanga
  • un mapamundi de 2 ESO
  • una brújula, que vino de regalo con la suscripción.
  • una garrafa de 5 litros de agua del mercadona
Amigos, amigas, el 1 de junio a las 13 horas 1 minuto 1 segundo exactamente soltamos a la góndola que llevaba a Antonio en mitad del Pacífico, con el propósito de superar los 133 días y 1.100 kilómetros de Poon Lim. 

Tras pasar exactamente 498 días en el mar, y tras recorrer unos 20.001 kilómetros, Antonio apareció con su góndola en el lago Leman (Ginebra, Suiza). Nada más bajarse de su góndola, Antonio estaba fresco como una rosa y dio 35 conferencias de prensa, básicamente narraba como fue pasando el día a día en su embarcación.


  • Racioné las galletas hasta el límite, hasta que a la media hora de partir me quedé sin ellas y no tuve más remedio que alimentarme de medusas y algún que otro boquerón al limón que pesqué gracias a la caña de pescar que me fabriqué con el peine, el mapamundi y el sudoku, usando la hebilla del cinturón como anzuelo.
  • el agua se me acabó dos minutos antes de partir, fruto de la sed que me dio un paquete de pipas con sal que me regalaron en el puerto. Tuve que beber agua de lluvia que iba almacenando en las dos latas de atún vacías, que a su vez me servían de orinal.
  • Navegué por los todos los mares del mundo, peleé con las peores tormentas y vencí todas. Si Cristóbal Colón fue capaz de llegar a América, si Magallanes fue el primero en ir desde el Atlántico hasta el Pacífico, yo sabía que iba a ser el primer Castillo en partir del quinto coño y aparecer en mitad de Dios sabe donde, 498 días después.
Actualmente Antonio se encuentra recuperándose de su larga travesía en el aeropuerto de Málaga a 45 grados de temperatura. Si os perdéis en el mar y sois capaces de avisarle, él os encontrará en cualquier parte del mundo, de día o de noche, haga calor o frío, el mar no tiene secretos para él.
Muy buenas noches.



@maspomada

Jesús González.2015










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